Érase una vez un joven apuesto, güero, musculoso y simpático. Los únicos defectos con los que contaba es que no era muy inteligente y no se le daba el hablar fluidamente. Pasó muchos años buscando a alguien con quien compartir y pasar la vida a su lado, pero en todos sus intentos fracasó.
Intentó con todo tipo de mujeres e incluso con hombres, pero no tuvo éxito en ninguno de los casos.
Después de tantos años de haber fracasado decidió darse por vencido. Reflexionando todo lo que había pasado se dio cuenta de algo que nunca lo había abandonado. Ese algo no era una persona y mucho menos un ser vivo. Ese algo lo había acompañado todos esos años y él no lo había valorado lo suficiente. Ese algo era el gimnasio.
El nombre de este joven era Alister. Pasó toda su vida solo, fuerte pero solo. Vivió enamorado del ejercicio y pasó sus últimos momentos abrazando un par de mancuernas.
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